La primera vez que fui, lo más me sorprendió, fue el exuberante verde de sus montes. Pues siempre había pensado que los alrededores de Río Tinto con su conjunto de circunstancias geológicas y antrópicas también tendrían esas características singulares que nos recuerdan a un planeta extraterrestre como Marte.
Cuando bajamos al cauce del Río Tinto, entendemos rápidamente de donde proviene su nombre, y es que el intenso rojo de sus aguas nos marcara para siempre. Este río, nace en Peña de Hierro, al norte de Huelva, y recorre casi 100 kilómetros para acabar fundiéndose con la aguas del río Odiel a pocos kilómetros de su desembocadura en el Océano Atlántico. Aunque cuando estamos en algún punto de su trayecto, no somos concientes de la longitud que tiene.
La rareza de sus aguas se debe en gran medida, al substrato geológico por el cual discurre en su curso alto, denominado la “Faja Pirítica Ibérica”. Donde la acción de los agentes ambientales como la lluvia, el viento, la acción solar o las aguas subterráneas, dan lugar a la alteración físico-química de los sulfuros, generándose unos depósitos rojizos, denominados “gossan”.
Luego, el interés del hombre por sus minerales ha echo el resto. Su explotación se conoce desde la edad del Cobre, pero no es hasta el siglo XIX que su paisaje empieza a sufrir las grandes transformaciones morfológicas de origen antrópico.
La variabilidad de su cauce, nos mostrara un sin fin de formas a lo largo de recorrido que podremos plasmar en nuestras imágenes. Por lo tanto deberemos estar atentos a las pequeñas cascadas, pozas, depósitos de bolos y sedimentos de granulometría fina (ondas) en el fondo del lecho .
Si a esto le sumamos la diversidad mineralógica de los sedimentos depositados encontraremos unos matices cromáticos que contrastaran con el rojo de sus aguas. Tampoco podemos olvidar que la precipitación sobre la superficies de las rocas del lecho, de los diferentes compuestos químicos en disolución, en forma de sulfatos y hidroxi-sulfatos de hierro y otros metales ofrece una variabilidad de colores.
Cuando nos adentremos en el río, tendremos que
tener cuidado con la acidez de este, pues sus aguas provienen de los lixiviados
ácidos generados de forma natural
por los materiales ricos en sulfuros. Por lo tanto, se hace recomendable entrar
al cauce con botas de agua o vadeador y después de la jornada fotográfica
limpiar nuestra ropa, botas y trípode con agua limpia lo antes posible.
Al principio, iba cargado con una gran cantidad de equipo y objetivos pues no tenia claro que tenía que usar. Una vez en el lugar me he dado cuenta que dos ópticas, son las más usadas el 24-70mm y el 70-200mm. Y pocas veces uso el macro 105 mm. También es obligatorio el uso del trípode y del polarizador para acentuar los colores y evitar o aumentar los reflejos. Algún filtro de densidad neutra como el de 6 pasos de diafragma para trabajar con el agua y las espumas en movimiento, nos será de gran ayuda.
Para acabar y desde el punto de vista fotográfico, tenemos que recordar que cualquier época del año es buena pero tener cuidado en no volveros locos debido a tanta belleza e infinitas posibilidades. como la fotografía de paisajes (tanto diurnos como nocturnos), trampantojos, piedras, barros y sedimentos, aguas, cascadas y espumas, reflejos metálicos, algas y fractales entre otros.